viernes, 13 de agosto de 2010

LA TRAMPA DE LA EJECUCIÓN

Cuando se separa tajantemente a la estrategia de la ejecución, el fracaso de la empresa está casi garantizado.

Aunque en general se considera que la estrategia es distinta de la ejecución, esta distinción es un supuesto errado. La idea de que una estrategia puede ser brillante y su ejecución mala es equivocada.

La metáfora que acompaña este punto de vista es la del cuerpo humano con un cerebro que “elige” y un cuerpo que “hace”. Llevado al campo laboral, el ejecutivo en la cima dictamina la estrategia y espera que todos los que están debajo suyo, la ejecuten mecánicamente una mejor metáfora es la de un río torrentoso, donde las elecciones son una cascada que viene desde arriba hacia abajo.

En una empresa, sus líderes realizan elecciones más amplias y abstractas en la parte más alta del río, y los empleados de más abajo son empoderados para realizar elecciones que correspondan mejor a una situación determinada. Esto da como resultado clientes más satisfechos.

Para permitir de mejor forma las decisiones individuales, los que realizan decisiones en la cima debería establecer el contexto general para los que están más cerca de la base. Desde ahí se espera que los empleados apliquen el buen criterio para realizar las mejores elecciones posibles.

UNA ALERTA QUE SE IGNORÓ

La mayoría de los ejecutivos están tan acostumbrados a creer que la estrategia y la ejecución son completamente distintas que no pueden ver si el enfoque de la estrategia-ejecución realmente tiene algún sentido. La noción de que la estrategia y la ejecución están conectadas no es nueva. Pero, al parecer, no escuchamos con el debido cuidado al gran teórico del management Kenneth Andrews, quien estableció la distinción entre la formulación de una estrategia y su ejecución en su libro, publicado por primera vez en 1971, el concepto de estrategia de la empresa, afirmó: “La estrategia corporativa tiene dos aspectos de igual importancia, interrelacionados en la vida pero separados, hasta donde es posible en nuestro estudio del concepto. El primero es la formulación; el segundo, la implementación.”

A pesar de esta advertencia de que la formulación de la estrategia y la implementación o ejecución están “interrelacionadas en la vida” y que son “de igual importancia”, casi cuatro décadas más tarde la teoría de la estrategia-ejecución las conceptualiza artificialmente como separadas. Ya es tiempo de que examinemos un poco más profundamente la lógica retorcida de nuestro enfoque actual. Si no lo hacemos, el fracaso es casi seguro.