miércoles, 14 de julio de 2010

OPINION: MUJERES LA GRAN OPORTUNIDAD


Por Ricardo Zisis (Director Harvard Business Review América Latina), Reproducido con fines didácticos por MBA Gilmer Iván Ramos Verástegui.




Algún día las trabas que se ponen hoy a las mujeres en el trabajo serán vistas con el mismo espanto con que hoy recordamos que hasta no hace mucho podían votar. Y, en cierto modo, es más fácil conceder un derecho claro y tangible, como el voto, que ir eliminando las muchas formas que adopta la discriminación laboral contra la mujer y que se hallan incrustadas en nuestras culturas. Como señalan de distinta manera los tres artículos de nuestro foco en esta edición, aquí perdemos todos, pues hay un gigantesco potencial de riqueza por obtener si destrabamos las limitaciones y los prejuicios en el lugar de trabajo, y si diseñamos productos y servicios para la mujer. Michael Silvertein y Kate Sayre demuestran en su artículo “La economía femenina” que hay muchos mercados donde las mujeres encuentran productos diseñados para los hombres. Los autos son un caso, a pesar de que las mujeres son las que mayoritariamente deciden qué auto se compra en casa. Los autores ven muchos otros espacios donde atenderlas mejor, como los servicios financieros y de salud. Desatendidas como consumidoras (aunque controlan un poder de compra superior al de china e India sumadas), también lo son en el trabajo. En “las mujeres y la visión en los negocios”, Herminia Ibarra y Otilia Obodaru, del Onsead, exploran si es cierto que las mujeres carecen de capacidad visionaria, cualidad reconocidamente necesaria en un líder, y cuya carencia explicaría que haya tan pocas mujeres en puestos de alta dirección. Una de las posibilidades explicaciones es que como a las mujeres siempre se les ha cuestionando su competencia, muchas buscan lucir prácticas, diestras, al tanto de los detalles, pero no “habladores”. El contraste entre Hillary Clinton – la capaz y conocedora – versus Barak Obama – el comunicador visionario – es un claro ejemplo. Paradójicamente, las mujeres en cargos de responsabilidad buscarían mostrar supuesta virtudes “viríles” como la capacidad práctica, y alejarse de las grandes visiones que pueden tener un componente emocional. Por último, en “La batalla por el talento femenino en los mercados emergentes” Sylvia Ann Hewlett y Ripa Rashid muestran que en países como los nuestros las mujeres están jugando roles cada vez más importantes y son cada vez más educados (más que los hombres) y ambiciosas – mucho más que las mujeres en países como EE.UU. -; pero algunas deben enfrentar trabas culturales tan inverosímiles como no poder viajar solas en avión. Ese gran potencial de creación de riqueza es una de las buenas ediciones, y las empresas que las ayuden superar esas trabas cosecharán la mejor parte. Hablando de talentos, un artículo clave en este número es “Cómo obtener lo mejor de sus empleos”. Los autores distinguen dos tipos de líderes: los multiplicadores y los disminuidores. Los ahogan, los hacen sentirse menos de lo que son, los microgestionan, son sabelotodos. Los autores dicen que todos caemos en algún lugar entre estos dos tipos, y nos muestran cómo evitar comportarnos como disminuidores y cómo adoptar algunas prácticas de los multiplicadores. Una de las prácticas multiplicadoras deberían ser permitir que la gente falle en su artículo sobre innovación, Carlos Osorio, de Adolfo Ibañez School of Management, va un paso más allá y dice que fallar es un arte obligatorio y que hay que aprender a hacerlo rápido, barato y seguido. Desafiando al sentido común, Osorio sostiene que la falla es el camino más corto al éxito. Insiste en que la mayoría de las innovaciones ganadoras surgen de enfocarse en un desafío, en una necesidad de mercado, y no en una idea; al enfocarse en un desafío, se abre una multitud de ideas que pueden solucionarlo, aunque muchas de ellas fallarán en los prototipos. En cambio, al centrarse en una idea se pierde de vista la necesidad original, y se arriesga a gastar más y con un resultado decepcionante.

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